El Siervo de Dios manifestó desde pequeño una cierta conciencia de ser llamado al sacerdocio, por lo que fue encomendado a los cuidados de un tío suyo sacerdote, Don Fermín Domínguez, pero siendo aún muchacho comenzó a trabajar como empleado de los ferrocarriles, y tras diversos destinos, terminó en Madrid.
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