"¿Qué hacemos con ellos?”, se dijeron los milicianos.
Se les acomodó en un asilo de ancianos del Paseo de las Delicias donde se sintieron seguros: se habían repartido escapularios y se los habían puesto. Allí permanecieron nuestros refugiados hasta el 14 de agosto. Tres días más tarde, a las doce de la noche, un grupo de milicianos irrumpe de improviso en la sala donde dormían y se les ordena se vistan de inmediato y dejen todo equipaje en su sitio…
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