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Ficha

Nombre Civil: Pelayo José
Fecha de Nacimiento: 30/7/1895
Lugar de Nacimiento: Santa María de Llanos (Cuenca)
Sexo: Varón
Fecha de Martirio: 27/08/1936
Lugar del Martirio: Río Nalón a su paso por Soto del Barco (Gijón – Asturias)
Orden: Paules – Vicencianos. Presbítero de la Congregación de la Misión
Datos Biográficos resumidos:
01/08/1895 – Fue bautizado.
1903 – Estuvo interno en la Casa Beneficiencia atendida por las Hijas de la Caridad, tras haber hecho la comunión en el Convento de los Padres Trinitarios. Estuvo hasta 1910. Las Hnas., le sugirieron ser misionero paúl, pues según su apreciación: «era muy educado, piadoso, juicioso y obediente» Ayudaba a la santa misa y rezaba el rosario todos los días.
8/9/1914 – Ingresa en el Congregación de la Misión. Tenía 19 años. Le encantaban las enseñanzas espirituales y apostólicas del fundador San Vicente de Paúl comentadas y transmitidas por el Director del Seminario Interno P. Agapito Alcalde. El tiempo en el Seminario Interno, fue una etapa corta pero decisiva, vivida hasta con gozo, esperanza e ilusión.
9/9/1916 – Emitió los votos ante el visitador P. Antonio Arambarri, en casa Central de Madrid.
1916-1919 – Se traslada a Hortaleza, donde cursó 3 años de Filosofía.
1919-1923 – Vuelve a Madrid para estudiar Teología.
25/5/1923 – Recibe el Presbiteriado en la Capilla de Palacio del Obispo consagrante, Monseñor Prudencio Melo y Alcalde, Obispo de Madrid.

Su primera misa fue celebrada al día siguiente en la Basílica de la Milagrosa, llamada entonces Iglesia de San Vicente de Paúl.
«La misión es una embajada que Dios envía, por medio de sus ministros que somos nosotros, para tratar del único negocio que es la salud de las almas…»
Destinos:
1923-1927 – Ecija Predicación de misiones populares.
1927 – Granada, repite los mismos ministerios que en Ecija y dirige una capellanía.
1932 . Badajoz – «La mejor preparación para el martirio, es la obediencia»
Aún más le sorprendió el destino a Gijón, a primeros de 1935. Aunque le hizo temer lo peor, no pudo evitar que le viniera a la mente los acontecimientos vividos un año antes en Oviedo, donde murieron tres misioneros.
Repetía en voz baja, «Tengo miedo de éste Gijón». La posibilidad de martirio le rondaba la cabeza día y noche. Sin embargo, como el más joven de la comunidad, al igual que en la de Sevilla, sacaba fuerza de la debilidad e infundía valor a sus compañeros en medio del temor e inseguridad que envía a todos.
Contaba con 41 años de edad.

Biografía extendida

Datos Biográficos Extendidos:
Martirio:
1935 – Fue destinado a Gijón. Con ocasión de tener que ir a la Corrada para predicar en la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el 19/8, una Hermana le advirtió que no fuera, pues correría un gran peligro, pero él contestó: «La obediencia es necesaria, ya que sin ella no es posible el martirio» o, como testimoniaba otra Hija de la Caridad, el Padre Pelayo respondió: «¡NO!, la mejor preparación para el martirio es la obediencia!»
Tras los posibles refugios ofrecidos por el párroco, optó por esconderse en una casa abandonada en La Corrada; según capeaba el temporal, cambiaba de refugio: de día escondido en un maizal; de noche, en casa de Don Manuel, hasta que fue sorprendido y apresado por sus perseguidores. Don Manuel, con la ayuda de un hermano suyo, había logrado escapar poco antes y ocultarse en una cueva del monte. Los milicianos, llevaron al P. Pelayo a la Casa Rectoral de Soto del Barco, convertido en Cuartel General de la Comarca. Aquí comenzó su martirio. No obstante, el riesgo que suponía el celebrar y administrar el sacramento de la penitencia, en circunstancias persecutorias, no por eso dejó de hacerlo a escondidas. La última en recibir el sacramento de la reconciliación, María del Carmen García de Castro Carreño, escribió estas palabras textuales de su confesor:
«Mira, hija, yo no temo morir mártir. Lo que temo es que me hagan sufrir mucho, porque en esos momentos tan terribles no sé lo que puede pasar»

El Padre Pelayo, adivinaba a que extremos podía conducirle el sufrimiento físico agudo, pese a su fe y amor grande a Cristo Jesús. Confiado en el Señor, en quien se apoyaba de continuo, siguió ejerciendo el ministerio hasta que fue maniatado y encarcelado en la Casa Rectoral.
Martirio Despiadado:
Los comunistas más encarnizados contra la fe católica, mutilaron parte de los miembros del cuerpo del Padre Pelayo, destrozaron a jirones sus piernas, llenándole de injurias y burlas, sin que él abriera la boca; como un cordero llevado al matadero callaba y ofrecía su vida por la paz y la concordia: clara manifestación del odio apasionado contra la religión de aquellos sayones, y de perdón, compasión y misericordia, por parte del P. Pelayo, buen combatiente de la fe hasta el final. Para mover la compasión de uno de sus verdugos, le regaló su propio reloj, el único bien de que disponía, pero ni este gesto de caridad cambió el propósito de sus homicidas.
Un vecino de Soto del Barco (fallecido en 1952), emparentado con uno de los dirigentes locales marxistas, llamó un día a la Casa Rectoral, pidiendo clemencia para el P. Pelayo y protestando del trato que le daban. Según iba llegando a la casa en la que estaba recluido el misionero, oía sus quejidos y las risotadas de los milicianos que le atormentaban cruelmente.

Le golpeaban y pinchaban, al tiempo que le insultaban. Le privaron de su integridad viril y fueron cortando con cuchillo trozos de carne de su cuerpo, que luego cosían con agujas colchoneras. Ese vecino oyó allí mismo a los milicianos y milicianas que comentaban entre risas: “Mira qué carnes más blancas tiene”. ¡El colmo del sarcasmo y del sadismo incalificables!
Los tres últimos días de su prisión estuvo encerrado en un baño, sin comer, ni beber, ni disponer de espacio suficiente para sentarse. Pidió, por misericordia, a sus verdugos que, al menos, le dieran un poco de agua que refrescara su boca, favor que le fue negado. Al fin, sólo la fe en Cristo le apagó la sed. A estos tormentos postreros se juntó otro, de índole espiritual. Sabía el P. Granado que en el pueblo había otro sacerdote y suplicó como única gracia que se lo trajeran, para confesarse con él, a lo que también se negaron rotundamente sus verdugos.
El 27 de agosto de 1936 -era de noche- le sacaron de la prisión más muerto que vivo y lo condujeron a la orilla del río Nalón, a su paso por Soto del Barco. Allí mismo, con navaja, le surcaron de nuevo la espalda hasta que expiró, arrojando luego su cuerpo al río. Así remataron la vida del P. Pelayo Granado, hombre sin dolo ni malicia, amigo de Dios y de los hombres. Soportó el dolor, en medio de indescriptibles tormentos, sin renegar de su fe, porque la fuerza del Espíritu estaba con él. Murió amando a cuantos le hacían sufrir con cuchilladas a diestra y siniestra. “¡Señor, perdónales!”, exclamaba.
Su madre Cipriana, anciana, fallecía angustiada por la clase de mar martirio doloroso, y prolongado a su hijo misionero. Ocurría el 5/4/1938.

¿En qué lugar reposan sus restos mortales? Su cuerpo no fue encontrado tras su martirio y echado al Río Nalón, a su paso por Soto del Barco (Asturias)

Fecha de Beatificación 13 de octubre de 2013, en Tarragona

Fecha de Canonización: Aún no está canonizado

Fiesta Canónica: 27 de agosto
La Congregación de la Misión lo celebra el día 6 de noviembre.

Fuente: Página de Facebook: Héroes de Ayer y de Hoy.