El coche se paró, los milicianos ataron al Hermano a un tronco y le dispararon ocho tiros. Desde muy cerca, un guardabosques contemplaba la escena. Los dedos del cadáver seguían apretando el rosario, hasta que poco tiempo después el fuego alimentado con brazadas de hierba se convirtió en cenizas los restos del mártir, allí mismo porque quemaron su cuerpo.
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