Las dificultades que encontró en el ejercicio de su profesión no influyeron lo más mínimo en su vida interior. Al contrario, fueron un estimulo para relacionarse más íntimamente con Dios y para consolidar su espíritu marista en la humildad, la sencillez y la modestia. Los hermanos apreciaban su carácter bondadoso y servicial y su vida de abnegación y de sacrificio y es justo añadir que suplía con creces sus carencias pedagógicas con el apostolado de toda una vida entregada a los demás.
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